Bajo el espacio que actualmente ocupa el edificio del Centro de Interpretación se ha excavado parcialmente una de las tres necrópolis que se conocen de la ciudad. En las fases más antiguas los enterramientos se practicaban incinerando al difunto y depositando luego sus restos en pequeñas fosas que podían estar cubiertas por tejas o piedras. Posteriormente, este ritual se fue sustituyendo por la inhumación del cadáver a partir del s. II d. C. generalizándose en el s. III.
En muchos de los enterramientos realizados en época tardía se reutilizaron elementos propios de las construcciones anteriores. Un ejemplo lo constituye la sepultura de la derecha en la se emplearon piedras de granito tanto para la caja como para la cubierta, depositándose el cuerpo sobre un suelo de losas de barro cocido.
En la ciudad de Caparra, se siguieron las pautas convencionales del urbanismo romano para el emplazamiento de los espacios funerarios. Se emplazaron fuera del recinto amurallado, flanqueando los caminos que salían de cada una de las puertas de la ciudad. Entre los años 30 y 40 del siglo pasado, se descubrió la primera de las necrópolis de Caparra, durante la ejecución de la carretera que conducía a la localidad vecina de “Guijo de Granadilla”. Salieron a la luz diversos enterramientos que seguían los ritos de inhumación e incineración, correspondientes a etapas históricas diversas comprendidas entre los siglos I y V después de Cristo. En la mayoría de los casos se recuperaron objetos diversos que formaban parte de los ajuares funerarios como recipientes cerámicos o de vidrio y otros objetos de adorno personal. En la actualidad pueden contemplarse expuestos en la sección de arqueología del Museo de Cáceres.